viernes, 27 de junio de 2008

Una Defensa a Vuelo de Pájaro


Una Defensa a Vuelo de Pájaro



Sin medir lo arriesgado de la situación, tomó carrera hacia la avenida cruzándose entre el tráfico difícil que a esa hora del día se dirigía hacia el centro comercial y bajaba raudo del puente. No había forma de pensarlo, ni siquiera se le cruzó por la mente que ponía en riesgo su propia vida por un avechucho maltrecho. Era la vida o la muerte de ese pobre animal que seguramente había sido golpeado por un vehículo pues una de sus alas estaba seriamente lastimada y veía como desesperadamente agitaba la otra, buscando alzar el vuelo o por lo menos arrastrarse al otro extremo de la vía; pero todos los esfuerzos eran infructuosos y seguía corriendo grave peligro.
Logró llegar hasta el sitio en donde se hallaba el pobre animal y entre pitos y frenadas estrepitosas, lo tomó con sus manos en forma de nido con precaución, como si se tratara de una gelatina que podía derramarse, y fué en ese momento en que se dio cuenta de que no era un ave común. Era de un plumaje fino, con el pico alargado y rojizo, con las patas amarillas y su forma delicada y armónica. Nunca había visto un ave de estas características pues asociaba a todos los voladores con palomas que eran muy comunes en la ciudad y fue entonces cuando dedujo que el pichón no era citadino y que seguramente estaba de paso en el sector por una migración hacia alguno de los humedales de las afueras de la ciudad. En este momento sucedió lo inimaginable: pensando en el riesgo de ser atropellado y dirigiéndose al otro extremo de la vía, se sintió atacado por un par de estos bichos que se lanzaban furiosos hacia su cabeza y sentía como ese pico rojo que antes era delicado y fino se convertía en un dardo punzante a punto de hacer blanco. Ahora la prioridad no era salvar al herido, sino salvar su propia integridad pues los furibundos pájaros chillaban tan desesperantemente que sintió la necesidad de deshacerse del animal pero la opción no era tirarlo ahí pues, además de la insensatez del momento y de todos los participantes, un abandono de la misión lo convertia en cómplice del accidente bien por omisión o por agravar el escenario dejando al herido en la misma condición, poniendo en peligro el tráfico y agitando las especies en acto de revolución.
Con el pánico apoderado de si, corrió al extremo de la calle buscando una zona verde más por deshacerse de los atacantes que por asegurar al herido; mirando al frente para ubicar el punto de llegada, pero con la vista en los escandalosos y peligrosos agresores, estuvo a pocos pasos de uno de los árboles en donde se planeó el ataque al samaritano y como pudo pero teniendo la precaución de no lastimar mas al herido, no por compasión sino por no aumentar su responsabilidad en un eventual juicio por negligencia. Pero tal fue su sorpresa al descubrir que habiéndose alejado de la escena del crimen, los pájaros seguían revoloteando por su cabeza con firmes intenciones de arrancarle los pelos y así lo acompañaron hasta que corrió muy muy lejos del lugar.
Finalmente y haciendo una retrospección, pues en su mente había quedado la sensación de culpabilidad por haber hecho algo mal, ya con la mente despejada y la cabeza libre de presión, se dio cuenta que lo único que hace la naturaleza es defenderse a si misma del mayor depredador, que históricamente se vuelve culpable hasta que no demuestre lo contrario y en esta oportunidad aunque las intenciones eran buenas el tiempo era corto y el entorno resultaba ambiguo para un acto de caridad. Era preciso castigar a la humanidad por el dolor de un ave que finalmente tendría que morir porque era como el golpe que simboliza la eterna indiferencia del hombre ante el dolor de la naturaleza de su propia naturaleza que se autodestruye sin ninguna consideración. Sin amor por mi ni por ti ni por él. Descansa en paz…

Maoavellaneda

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