martes, 7 de octubre de 2008

EL QUINTO PISO




Baja presuroso por la escalera, abre la puerta y descubre que no hay nadie. Sube al quinto piso y se asoma nuevamente por la ventana, ahí esta ella paciente esperando que le abriera la puerta. Vuelve a bajar los cinco pisos esta vez más rápido y al abrir la puerta no hay nadie. -¡que desgracia!- grita mientras sube nuevamente la escalera y al llegar al quinto piso abrió la puerta y corrió hacia el teléfono – ¿alo?- colgaron. Se sirve un vaso de agua y camina a la ventana. Ella estaba nuevamente ahí. Deja el vaso, baja la escalera abre la puerta y no la encuentra. Maldice nuevamente su suerte y sube con resignación aunque solo hasta el cuarto piso, suena el teléfono y era preciso correr. Colgaron. Por automatización se asoma a la ventana y la ve nuevamente. -¡esto no puede ser!- grita con desesperación. Abre la ventana, saca medio cuerpo y empieza a llamarla. Ella no le escucha, solo toca el timbre periódicamente y mueve el zapato como perdiendo la paciencia.
El decide bajar nuevamente, ya está fatigado pero guarda la esperanza de poderla encontrar, escurre agua por su frente, sus pasos se vuelven saltos y antes de llegar al primer piso tropieza y baja los últimos escalones rodando. El golpe es duro pero piensa en ella, en ese polvito rico. Como puede se incorpora y llega a la puerta –¡maldita sea ya se largó!- dice mientras siente el dolor del golpe en su cadera. Su tobillo también está resentido. Sube la escalera muy despacio, saltando en un solo pie. Llegando al quinto piso escucha el teléfono, va a correr pero no puede, le vale mierda que suene, que pase lo que sea. Al entrar al apartamento aún suena, se estira y toma la bocina. Colgaron. Se llena de ira, hasta arrancar el cable de la conexión, tira el teléfono por la ventana, reflexiona, corre a mirar y la ve, tirada en el piso inconciente, el golpe fue duro, nadie se acerca a auxiliarla. Como puede con su tobillo y cadera lastimados baja los cinco pisos se demora mucho mas tiempo pero por fin llega y abre la puerta, no está ella, ni el maldito teléfono, ni un pedazo de nada. Se sienta en la entrada a revisar su tobillo. Está hinchado decide subir a buscar hielo, despacio y con mucho dolor por fin llega a la cocina se coloca hielo y una venda. Pasa por la ventana y ahí esta la maldita tirada en el piso, inconsciente -¡no puede ser!- ya no siente el dolor. Empieza a tirarle trozos de hielo para que se mueva. Su puntería es muy mala, no le atina, no le pasa ni cerca, se acabó el hielo, baja por última vez por la escalera abre la puerta, no está. -¡que diablos esta pasando!- por la ventana la ve, al bajar ya no está, sube al quinto piso y mira por la ventana ahí está.
¿Otra dimensión? ¿Una mala broma? Algo esta pasando. Se queda mirándola, ve sangre, pero mueve la cabeza hay que ayudarla además todavía tiene ganas de ese polvito rico. Decide bajar por la ventana, son cinco pisos. Es arriesgado pero algo hay que hacer. Muchas sábanas unidas, fuertemente por las puntas son la solución. Empieza a bajar, cuarto piso, tercer piso, se rasgan las sabanas, caída libre. El totazo es duro.
Se despierta en el piso del apartamento tirado sin entender lo que había pasado. Se acuerda de ella y como puede va a la ventana, hay está tirada en el piso, sin auxilio y con el teléfono y un arrume de sábanas al lado. Ella empieza a convulsionar y desesperado salta por la ventana.
Se vuelve a despertar en el piso. En su apartamento. Le duele todo el cuerpo pero se incorpora. Descubre que no hay forma de llegar a ella, como un imán que repele la carga semejante. Pero es solo su cuerpo. Lanza mas cosas por la ventana, ropa, utensilios, el colchón, la cama, sillas, sofá y todo cae al primer piso junto a ella. Está prisionero del quinto piso, por la escalera no hay nada, por la ventana está todo, hasta el quinto piso. piensa que la terraza es la manera de llegar al primer piso, por la escalera auxiliar. Llega a la terraza y allí están todas sus cosas tiradas, empieza a buscarla remueve todo, sofá, colchón, sábanas, no la encuentra. Mira a la calle, está abajo, parada en la puerta, timbrando. Usa la escalera auxiliar pero esta solo llega al quinto piso, entra por la ventana y ahí está ella con su cabeza rota, y el teléfono en la mano -¡que te has creído desgraciado!- le dice mientras le descarga el aparato en la cabeza. Adiós al polvito rico.
Maoavellaneda

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